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Testimonio de M.N. 

En 2008, trabajaba como profesora de Fonética francesa en la facultad de comunicación de la Universidad de Gran Canarias. Al entrar al baño para los profesores, una señora de la limpieza me dijo que no podía entrar en ese baño porque era para profesores, imagino que al verme de piel oscura dedujo que no podía ser profesora. 

En el examen oral de Valenciano C1, mi nombre estaba escrito en la lista de estudiantes convocados, la cual estaba pegada en la puerta de un aula. Al entrar, el profesor responsable en vez de preguntarme el nombre y verificar si estaba en el lugar adecuado, me dijo públicamente que me había equivocado de aula. Al señalarle que mi nombre aparecía en la lista, se hizo el listillo y con un chiste malo intentó disculparse: “Al verte nadie diría que hablas valenciano”. 

Me llamaron de una academia de estudios muy conocida en Valencia donde había enviado un CV para solicitar una plaza de profesora de francés. Tuvimos una entrevista telefónica, hablando todo el tiempo en francés. Me afirmaron que les gustaba mi perfil. Me dieron el horario y preguntaron si estaba disponible. Acordamos detalles y me pidieron que pasara por la oficina al día siguiente.   Cinco minutos después de llegar, me dijeron que no me daban el puesto porque no era nativa (El día anterior habíamos hablado por más de 20 minutos y era evidente que no era nativa). 

Siendo profesora de Lengua española en un instituto privado, utilizaba términos como “citadino”, “zaguán” y “escribidor” que además de aparecer en obras literarias, son perfectamente aceptados por la RAE. Más de una vez tuve que explicar a los alumnos que desconocieran una palabra no significaba que no existiera. Es que pasaban la mayoría del tiempo corrigiéndome y diciendo que yo hablaba mal el español. Lo cierto es que es mi lengua materna y tengo estudios universitarios de Filología hispánica.  

Hace 13 años, uno de los bancos más importantes de España no quiso abrirme una cuenta. Fui con el DNI francés (aunque soy de origen dominicano) y el NIE (que en caso de los ciudadanos europeos no lleva foto, es solo un papel verde con un número y para ser válido debe ir acompañado del documento de identidad del país europeo de procedencia). Al preguntarle la razón del rechazo, me dijeron literalmente “Es que ahora todo se puede falsificar.”  Salí enfadada y volví con la prueba de que, el día anterior, a mi marido (también francés, pero blanco) le habían abierto una cuenta en ese mismo banco y le habían aceptado la documentación que me rechazaban a mí, subrayando el hecho de que nadie había sospechado de su honestidad. La excusa que me dieron es que el empleado que aceptó la documentación de mi marido había hecho mal su trabajo…Tuve que irme a una caja de ahorros que aceptó mi documentación sin objeción. 

Testimonio de MN. 

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